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viernes, 17 de diciembre de 2010

Castillo de cristal

Las paredes comienzan a caer mientras las mariposas ascienden al cielo, la Luna se acerca inminente y las estrellas centellean. Acuden a su llamada. Su cuento de hadas comienza.

La niña abandonó a sus muñecas, que la observaban espantadas, mientras se alejaba de la realidad, con su cabeza llena de aire en vez de tener los pies plantados en el suelo, se escapaba a su castillo de cristal, en busca de su príncipe azul. Caminó encantada con su alrededor y su dulce aroma hasta que llegó, con su príncipe cabalgando en su corcel blanco. Ella esperando una cálida bienvenida y felicidad, fue encerrada en una cárcel de hielo, convirtiéndose su príncipe en su guardián de metal, ante su mirada horrorizada. El cristal se ennegreció y la brillante luz del sol desapareció por las negras nubes. La niña solo se vio capaz de llorar lágrimas ácidas, enrojeciendo su piel y arañando el suelo.

Las alas de la inocencia han caído, la niña a dejado de ser una niña, las lágrimas ya no corren por sus mejillas, se han secado, como una muñeca de trapo, su corazón solo late por la esperanza de volver a una realidad olvidada en su memoria. La muerte la acecha, con ansias de clavar sus garras en su cuello y ahogarla con su sangre envenenada por el dolor.

La chica se levanta y rompe los barrotes que hasta entonces le parecían irrompibles, escapando del guardián que se vuelve cada vez más horroroso. Pasa por cada camino que ya había atravesado de su mundo de fantasía. La vegetación trata de arrastrarla de vuelta, tanto viva como muerta, pero ella se resiste a caer de nuevo. Sus envejecidas muñecas le dan la bienvenida de lejos, en la realidad, alargando sus manos de porcelana.

Arañada y lastimada regresa a la realidad, la Luna vuelve a su posición normal, las mariposas revolotean sobre las flores y ella... vuelve a ser una niña.

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