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lunes, 24 de enero de 2011

Vuela

Todo está en calma, aunque quizás esta sea la calma antes de la tempestad y no me he dado cuenta. Tengo la sensación de flotar en un mar de nubes y sentir, bajo ese mar blanco y espumoso, los relajantes rayos del sol a través, cálidos y abrumadores.

Mis manos se hunden en este lugar en medio del cielo y la tierra, y mis problemas se pierden en cada bocanada de aire. Está llegando la hora de despertar, aunque no quiera admitirlo.

Las nubes me traen de vuelta en forma de rocío y luego, la brisa, madrugadora y fría compañera, me cuela entre las rendijas de mi ventana para volver junto a mi cuerpo, acurrucado entre las sábanas, encariñándose a los últimos minutos de sueño.

Lanzo un beso a mis amigos de los cielos, a los que volveré a ver en el próximo anochecer, y vuelvo a mi cuerpo con un etéreo beso en mis propios labios, que se entreabren y aspiran mi alma de nuevo al interior de mi corazón.

Despierto, y mi física mente no recuerda nada más que borrosas imágenes y el atronador sonido del despertador. Este es un secreto de mi alma encantada, guárdalo bien.

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